La historia de la biología nos ha enseñado a comprender lo vivo y sus conexiones, identificándonos con un bestiario de formas que van desde los mamíferos, plantas hasta las bacterias. Sin embargo en pocas ocasiones nos detenemos para imaginar el mundo que tenemos frente a nosotros, es decir; el entorno público y privado de nuestro día a día. Sí, ese que en medio de la calle o nuestra habitación nos remite a una categoría completamente distinta de lo que entendemos por ser vivo, pensar que la computadora en cada una de sus teclas tiene millones de bacterias o que el chicle que desechamos nos puede brindar información, incluso de lo que somos biológica y socialmente, cambia radicalmente la posición que asumimos en nuestro contexto.
Un ejemplo son las antiguas civilizaciones que al saberse inmersos en un entorno vivo, colaboraban con el, estableciendo una relación de conocimiento situado y de ciencia local. Como menciona la diseñadora e investigadora Natsai Audrey Chieza: «las culturas indígenas nunca han olvidado la verdad básica (de la interacción con la naturaleza) y operan a través de un complejo modelo de administración que se basa en sistemas biológicos y tecnológicos híbridos»
Tal es el caso de las comunidades Yámanas en el archipiélago de Tierra del Fuego entre Chile y Argentina, quienes además de aprovechar desde la grasa de los pingüinos para generar un recubrimiento térmico, trabajar con pieles de animal; son reconocidos a nivel mundial por transportar el fuego en sus canoas hechas con cortezas de árboles de la región. Los yaganes como también se les conoce, desarrollaron prácticas sociales y tecnología material eficiente para habitar su entorno, asumiendo que esa relación les proporcionaba bienestar y supervivencia a largo plazo. Generando una aproximación recíproca entre los sistemas orgánicos, biológicos y materiales.
De esta manera lo que entendemos como vivo de lo que es realmente, implica una amplia lista de factores que van desde lo que la cultura, la economía y la ciencia han integrado acerca de lo vivo. La naturaleza y la vida son activas y se transforman todo el tiempo, estableciendo una comunicación circular con todo lo que les rodea, se adaptan y se auto replican. La historia de la evolución nos ha mostrado que además de ser inteligentes son regenerativas y circulares.
Comprender profundamente los procesos en juego, en ciclos de vida particulares y luego encontrar formas de integrar los sistemas humanos con ellos, estableciendo una colaboración entre agentes humanos y no humanos, nos permite que la producción material sea más integral y eficiente. Los materiales vivos se han desarrollado en vinculación a campos interdisciplinarios de conocimientos, en los que el entendimiento de lo vivo permite que repensemos nuestras formas de producción en los sentidos de escalabilidad, autoregulación y en el sentido de aprovechar la energía. Por ello la naturaleza y la biología son actualmente un potencial importante de lo que representa el futuro material y las nuevas economías, también son el siguiente eslabón de lo que puede integrarse como el desarrollo de otras relaciones con el contexto vivo o bien la integración de una nueva escala de intervención planetaria que en aras del crecimiento, deteriore mucho más nuestro ecosistema. La apuesta esta abierta y es importante validar que tanto los nuevos desarrollos, la ciencia, la biología, las tecnologías y saberes ancestrales son igual de relevantes para repensar nuestro futuro material.